Así, con el sonido de los neumáticos y el del aire silbando en las ventanas, iban a la playa dorada.
Ni una palabra, el frio cortante que llegaba del mar era lo único que lo mantenía despierto; cuando la veía en el asiento del copiloto, visiblemente incómoda, se asqueaba.¿Para qué venir tan lejos, para qué molestarse en pagar un puto avión? ella sabía lo que encontraría ahí, sólo una estúpida romántica pensaría que él la iba a esperar solo durante tanto tiempo en un lugar tan lejano, solamente una estúpida romántica y ella lo pensó...estúpida.
Ni siquiera podía recordar el día en que la quiso; apenas un par de flash backs de su México con ella participando en algunas reuniones de amigos, bebiendo, riendo, haciendo el amor; imágenes e imágenes, ningún sentimiento. Cuando él llegó y se rompió las narices contra el panorama gris de este frio lugar, se enfocó en conocer todos los rincones del lugar; fue a todas las playas, a todos los cafés, a todos los bistrós, a todos los cines...y todo lo hacía emocionado, pensando en que algún día ella iría hasta allá a visitarlo y él le mostraría todo el puerto. Imaginaba su cara cuando viera el paisaje, siempre nublado pero majestuoso, desde el museo de la universidad, cuando conociera el estadio, la explanada junto a la playa, siempre con la nariz a punto de caer y las manos dentro de las chamarras, y ahora que la tenía ahí...tal vez tardó demasiado, tal vez muchas cosas, pero en ese momento su presencia lo ahogaba.
Ni siquiera puso atención a la fecha en que llegaba cuando leyó su e-mail esa tarde en que fue al cibercafé del centro, cuyos portales le recordaban tanto a los de su casa, aunque con muchísima menos gente y además, la gente de aqui era rígida, de caras largas, de ultra apariencia. Rara vez saludaban a alguien en la calle.
Ella llegó en un taxi a las 8am, él se bañaba y su compañera de esa noche tenía que abrir el ciber café, así que salía corriendo por la puerta de enfrente cuando la encontró parada bajo la lluvia glacial, entre bruma, buscando el número de la casa... "hi" dijo con ese terrible acento y dio un par de pasos titubeando; regresó y le preguntó "Are you looking for Raol?" --Raúl? sí, soy su novia -- No spanish for me...anyway, get in...i guess. Ella se sintió tan insignificante junto a esa mujer, no hablaba inglés, no tenía ese cuerpo ni mucho menos esa altura y por supuesto, no tenía ese porte que ella encontraba tan elegante, como las de las películas o como las de las cantantes. Por un momento pensó en que haber ido ahí había sido un error, pero inmediatamente se reprochó por pensar eso, seguro que Raúl se moriría de gusto al verla.
Entró, la lluvia aumentaban sus ganas, Raúl salía de la regadera cuando ella cerró la puerta, él al escuchar el ruido, se asomó por el pasillo y la vió. No dijo nada, sólo se quedó viéndola...Ella es una amiga, se llama Kirsty. Ella vio su torso desnudo y no pudo tener recuerdos de él, no era así antes de que llegara a ese lugar; ella más bien lo recordaba un poco barrigón -No comes bien? estás muy flaco...El respondió con una sonrisa que más bien era una mueca. Raúl quiso preguntarle por su viaje, por ella, pero algo lo detuvo y apenas pudo decir "Hoy pensaba ir a la playa dorada...es un lugar al que le dicen así porque la arena es color oro, ¡imaginate como se ha de ver con el cielo gris!"
--si quieres vamos...no tengo nada que hacer hoy.
El sintió lástima por ella y por su patética broma, se apresuró a vestir
--En la cocina hay cereal y leche, si quieres algo...
--gracias, comí mucho en el avión y entró al cuarto a mostrarle las galletas que aún conservaba, desmoronadas.
--Nos vamos?
Tomaron la carretera, silencio, y sólo silencio...--Te veo muy cambiado, ya hasta carro tienes. Algún tipo de guturación obtuvo como respuesta y otra vez el silencio.
El debatía entre qué le molestaba más: su silencio o que abriera la bocota. Encendió el radio.
-- Me gusta esa canción Raúl, quien canta?
--No sé, yo la detesto. Apagó el radio.
Por fin llegaron a playa dorada, lo que él esperaba que fuera un momento inmejorable de meditación, se convirtió en sacar a pasear a la foca. Ella no podía evitar soñar con sus abrazos y con hacer el amor en la "playa de oro".
--Porqué no caminas hacia ese peñasco y yo te tomo una foto?
--Sí, Raúl.
Cuando ella se empezó a alejar, él caminó hacia el auto --Voy por la cámara.
Cuando llegó, histriónicamente buscó el aparato, pero termino por hartarse pronto de esa farsa y se subió completamente, tomó las llaves, las giró. El auto en marcha y ella que había visto todo se quedó idiotizada viendo a Raúl, hasta que cayó de rodillas y lloró con las manos en la cara, viendo la arena color oro. Raúl recargó su nuca contra el asiento y lloró también cuando apagó el motor; se quedó viendo el cielo gris y confirmó su teoría: que hermoso es la arena dorada con el cielo gris. Una gaviota rompió el silencio...
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