jueves, mayo 13, 2004

Es curioso lo que las tardes con lluvia nos hacen sentir. Esta semana ha sido larga y corta, explico: larga por todas las cosas que han sucedido; corta por que el tiempo ha pasado bastante rápido.
El agua cayendo siempre te pone a pensar en tu futuro, siempre, esto ya lo he dicho antes; como en esta tarde gris y lluviosa. Me imagino que alguien está recostado junto a la mujer de su vida, y ella acaricia su cabello, él como hombre que es, le acaricia un seno o los gluteos. A heuvo, es más fuerte que nosotros.

Ella le pregunta que si la quiere, él dice que sí, que mucho, la acerca a él y la besa. Ahora piensa en hacerle el amor durante la próxima hora, ella piensa en que quiere besarlo durante una hora y luego dormir juntos.
Él la toca; ella intenta enfriar las cosas, él la provoca; ella sólo quiere sentirse amada.

Él le besa el cuello; ella toma sus brazos y los aleja de su cuerpo, sin dejar de besarlo; él quiere desabotonar su blusa, ella le pide que la bese.
Él logra abrirse paso a su sostén, lo desabrocha; ella lo abraza.
Él por fin besa sus senos y los toca con fuerza, ella sigue abrazandolo, buscando su boca.
Él toca sus nalgas, las aprieta contra su sexo. Ella por fin puede seguir besandolo sin dejar de abrazarlo.
Él le quita sus jeans y se desnuda parado frente a ella, altanero: "¿Quieres hacerlo?"
Ella contesta "¿Me amas?".

Todo esto en una tarde lluviosa, como ésta.
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