viernes, septiembre 09, 2005

Días sin viento


Saúl se despertó con esa horrible sensación de nuevo, la sensación del vacío, de la distancia… Dudo un instante antes de poder abrir bien los ojos. No se persignó, tenía apenas unos meses desde que por alguna razón, rompió el hábito de toda una vida –levantarse y persignarse inmediatamente-. Ese hábito le había sobrevivido a varios países, a muchísimas circunstancias, a intoxicaciones causadas por el alcohol y a muchas, muchas otras cosas, pero ahora ya no estaba más. Sus ojos se apretaron casi al mismo tiempo que encendió la tenue luz del baño y así a ciegas, lo cual era una ironía dado que había prendido él mismo la luz para ver bien, llegó hasta el excusado en donde mientras descargaba toda su indiferencia, por fin se daba cuenta de que no se persignaba más. Abrió la regadera y jaló la cadena, o al revés, da lo mismo, y entró al agua tibia que lo abrazó como una prostituta, él, indiferente. Alzó un brazo y tocó su hombro con la otra mano, se sintió orgulloso de ellos. El tiempo que tenía de no persignarse era el mismo tiempo que llevaba sin hablar con Dios, él siempre había creído en él y ahora parecía muy ocupado en sí mismo como para recordarlo. Luchó contra lo pesado que resulta la mañana, lo vació de su casa y sobre todo lo vacío de su corazón.
Sacó la cabeza del vapor de la regadera y se asomó por la diminuta ventana enrejada siguiendo la ruta de escape del mismo vapor, no vio nada, el cielo un poco gris, los animales en la playa “Sí señor, la playa está muy cerca de aquí, es por eso que el precio del departamento es elevado, pero… --te va a encantar! Desde la regadera se escuchan los lobos de mar haciendo auh! Auh! Nada más que estés aquí…” Nada más que estés aquí se repitió, se mordió los labios por dentro como siempre hacía cuando pensaba en algo y regresó al chorro de la regadera, agachó su cabeza y dejó que el agua le golpeara ahora la nuca, podía imaginarse los nudos de su espalda. Se arrodilló y encorvó la espalda para después tirarse de costado, como feto, sin dejar de morder sus labios. Tocó su pene, toco sus piernas, intentó masturbarse pero no tenía caso…se quedó tirado pensando en todo lo que llenaba su baño por números pares “dos toallas Polo Ralph Lauren, un juego de sábanas matrimoniales Tommy Hilfiger porque le encanta esa marca, dos almohadas, dos espejos, dos, dos, dos… pero yo sólo soy uno y eso con trabajos” por fin sonrió y escuchó al lado de la cama inflable (temporal) la canción que estaba guardando para mostrarle y él se queda ahí, aislado, tirado como feto con las manos escondidas entre las piernas, con el agua cayéndole sobre un costado, mordiéndose los labios, pensando, siempre pensando…Porqué no dejo de pensar? Pensó para sí mismo –quiero ser niño de nuevo, quiero bañarme en la regadera de teléfono de mis papás, quiero ser niño de nuevo, maldita sea la edad, quiero ser niño, sáquenla de mí, quiero ser niño… La cámara se aleja de su cuerpo empapado y ligeramente tembloroso y se aleja hacia arriba y su cuerpo se empieza a hacer pequeño, pequeño, hasta que desaparece, sólo para aparecer más tarde llegando tarde a su oficina.
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