viernes, octubre 29, 2004

Soledad





Otra vez me levanté con la cabeza explotándome, el sabor al vino barato que pude apenas comprar, mezclado con el gusto agrio de la comida para vagabundo se paseaban por mi boca pegajosa. El olor a cloro del cuarto y las manchas de semen seco en las sábanas me hicieron levantarme, por asco, no por ganas; Me rasqué los dos nuevos piquetes de pulga bajo mi brazo, cerca de la axila. Hijas de puta las pulgas, si lo hicieran a propósito tal vez no joderían tan bien. Al parecer seguía ebrio porque incluso me divirtió ver el chorro de agua que bailaba por todo el baño cuando abrí la regadera que llegaba a mojar los papeles con excremento que estaban tirados por el piso cerca de los excusados, no me importaba nada. Me bañé y me sentí un poco mejor, pero cuando me ponía mi ropa con cuidado de no tocar el piso con mis pies desnudos, me dio un dolor en el estomago que me hizo recordar que no debí de haber tomado esa última botella de cerveza corriente. "Si no te alcanza no tomes" me recordé a mi mismo, pero ya era demasiado tarde, otra vez.
Tomé el tren hacia el pueblo, ni siquiera supe si ese era el correcto o no, yo sólo seguí a los demás. La gente que me veía tenia dos reacciones, o se espantaba o se reía, eran más los primeros en este país de gente hipócrita.
En cuanto sentí el asiento del tren quise vomitar pero apreté fuerte la garganta y dormí hasta que alguien me movió de los hombros y dijo algo que no entendí. Me levanté de un salto y pensé en ella...caminé, salí de la estación del tren y deslumbrado por el sol, seguí pensando en ella. Me puse el gorro de la sudadera sobre la cabeza porque hacia frío y estaba lloviendo, aunque el agua sobre la cara me traía un cierto sentimiento de frescura que de alguna manera me sentaba bien y además me gustaba ponerme el gorro porque invariablemente la imaginaba diciéndome "tápate bien, mi amor" y abrazándome después... Seguí caminando por las calles vacías del pueblo fantasma, la lluvia, siempre la lluvia haciendo eco. No sé cuanto tiempo camine, pero mis piernas me decían que ya había sido bastante, así que me refugié en una crepería que se veía caliente, me metí y me dieron la carta, inmediatamente busque algo que costara sólo un euro: el café negro. El estomago se me hizo nudo y de nuevo las nauseas me atacaban, pero no importaba, si tenía que cubrirme del frío tenía que ser ahí, así que lo pedí. "Nada más?" –sí, nada más. Me llamó un gran amigo a mi teléfono, le hablé de ella, de que la extraño de que todo me es ajeno. La gente me veía tratando de entender que idioma estaba hablando y yo los veía a ellos con cierto desprecio y ellos a mi también. La comunicación se cortó y no tuve tiempo de desahogarme con mi hermano, por eso dejé el euro con coraje sobre la mesa y me salí de ahí, al frío de nuevo.
El olor del mar me indicaba el camino, empezaba a obscurecer, yo caminaba con fuerzas renovadas, pensando en ella, con ese sentimiento de no tener nada, de no estar en ningún lugar y de irremediablemente existir. Me preguntaba hasta cuando estaría así, cuanto tiempo podría durar en este estado, pero como siempre, no encontré respuesta.
Se abrió una pequeña marina frente a mis ojos, "a creek" diría algún anglosajón. Yo no podía verla bien porque mis ojos inflamados se cerraban necios cuando alzaba la vista, pero al parecer era bastante bonita. Escribí un mensaje para ella sobre la arena, con una piedra grande y filosa que me corto las manos, pero no me di cuenta del corte hasta que termine mi carta. La escribí en el idioma nativo, francés, para que todo el mundo lo entendiera y todo el mundo supiera que me estoy muriendo sin ella. Unas chicas que pasaron me dijeron que me tomarían una fotografía digital para enviarla por correo, me pareció buena idea y traté con todas mis fuerzas de sonreír "a las tres, unaaaa, dos y tres" click. Sonreí, creo, y después seguí absorto en mi vida de fantasía, en mi propio mundo, ajeno de nuevo, creyendo que estoy con ella y que le platico y le digo "mira! una gaviota! te gusta esta playa? es muy romántica, no? deberíamos de pasar aquí mas tiempo tu y yo, en ese cuarto, con vista al mar... me gusta esta playa, así tan sola, tan triste, llena de nostalgia pero sólo cuando estas tú, si no estuvieras aquí conmigo, seguro que me sentiría miserable" y miserable se queda en mi cabeza y me lleva de regreso a la realidad y hasta ese entonces me doy cuenta de que seguí caminando mientras pensaba y de que llegué a una barda de piedra contra la que choqué. No le puse atención y me senté sobre ella, viendo el mar, tratando de respirar a pesar de la resaca y del sabor amargo de mi boca. Sonreí al pensar que no era tan malo que ella no estuviera conmigo porque si me besara con esta fétida boca mía, seguramente me dejaría...me reí de buena gana en silencio, viendo mis manos e inmediatamente sentí ganas de llorar, apreté las manos y volví a buscar el cielo. Mis ojos se empezaban a acostumbrar un poco más a la luz de la gran pantalla gris que era el firmamento es ese momento. Ya estaba casi obscuro. Me di consuelo pensando que no me podría sentir peor, pero otra vez me equivoqué. La música triste y agonizante de un carrousel abandonado a la orilla del mar, intentando girar, sin nadie al rededor más que un viejo dormitando en la taquilla, sentado esperando a nadie, sin esperanzas y abriendo su carrousel por no tener algo mejor que hacer, me lo demostraron.
El carrousel estaba igual que yo, solo, así que fui a hacerle compañía y le hablé de ella, de que todo me era ajeno y de que estaba muriendo sin ella y él, el carrousel, me preguntó hasta cuando creía que podría seguir así...No le contesté y me fui hacia la estación…al carajo todo!
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